Historias de familia: El perdón Dada

Historias de familia del Don de Dios: Describa, por favor, alguna ocasión en su familia que fueron llamados a perdonar a una persona y encontraron la gracia para hacerlo.

Tenía un acuerdo verbal de negocios con un miembro de la familia quien actuó a mis espaldas e intentó vender artículos sin mi conocimiento para obtener mayores ganancias para sí misma. Yo estaba muy enojada, molesta y herida por que me hiciera esto, pero, a la larga, la perdoné y le dije que es mejor tener familia que preocuparse por unos dólares más.
—C. A. T., Kersey, PA

Hace once años, mi esposo, el padre de mi hijo, fue asesinado brutalmente. Arrestaron al individuo que cometió este acto. Fue declarado ”incompetente para encarar un juicio” y enviado a una institución mental al sur de donde vivíamos. Yo estaba muy enojada y hostil hacia este individuo. Aproximadamente dos años y medio después del incidente, recibí una llamada telefónica de una terapista. Me dijo que era el médico a cargo de este individuo y me habló largamente acerca del estado emocional y los sentimientos de él acerca de los eventos que llevaron a su encarcelamiento. Me preguntó si podía llamarme de nuevo, y estuve de acuerdo, Hablamos varias veces en un período de tres meses. Durante la penúltima llamada que recibí, ella tenía una pregunta de parte del individuo que cometió el asesinato. Su pregunta era, “¿Puede usted perdonarme por lo que les hice a usted y su hijo?”.

¡Vaya! ¿Qué respondes a eso? Me tomó unos cuantos segundos y después recordé algo que mi madre y abuela siempre me decían: “Puedes perdonar, pero no necesitas olvidar”. Cuando esa idea vino a mi mente, sentí que un enorme peso se eliminaba de mis hombros. Le pedí a la doctora le dijera a su cliente que “sí, lo perdonaba”. Continuamos nuestra conversación y terminamos la llamada. No lo pensé dos veces. Solo me sentí 100% mejor que en muchos años.
—Anónimo

Al crecer, uno de mis hermanos era muy abusivo, el mayor de cinco hijos en nuestra familia. Esta situación se prolongó por algunos años dado que ambos de nuestros padres trabajaban,. Un hermano un poco mayor que yo y yo éramos las víctimas. El abuso era físico; fuimos golpeados varias veces. Cuando crecimos y salimos de las fuerzas armadas, mi hermano cercano a mi edad y yo hablamos al respecto. Decidimos que debíamos perdonar e intentar olvidar los años de abuso, y lo logramos.
—J. C., Hightstown, NJ

Al crecer, nunca tuve realmente una relación con mi padre. Siempre lo “culpé” por mis problemas de chica adolescente. Decía, “si mi padre hubiese estado más presente para mí, no sería como soy hoy en día”. Sin embargo, al intentar hacer las paces conmigo misma, decidí perdonar a mi padre por ser quien era: una persona fría y sin emociones. No que esa fuera la manera que él quisiera ser, pero así es como fue criado. Me he propuesto acercarme a mi padre de la manera que él conoce. Jugamos golf, bromeamos y salimos a comer. Acepto que nunca acudiré a mi padre cuando necesite un hombro para llorar. Acudo a alguien más para eso.
—Anónimo

Tenía una amiga quien yo sabía que, sin intención, estaba colocando a su hijo en un mal ambiente. Intenté hacerle entender que cometía un gran error. Ella no me escuchó. Su hijo cayó en una situación de abuso. Ella estaba devastada por no haberme escuchado. Fue muy difícil para mí perdonarla por permitir que esto sucediera. No podía superar que el abuso de este niño pudo ser prevenido. Tuve que cavar profundo y pedir a Dios su ayuda para perdonarla. Fue muy difícil, pero por la gracia de Dios, perdoné.
—Anónimo

Tuve un enfrentamiento con una maestra quien tenía opiniones diferentes acerca de la educación de mi hijo. Era tan insistente en sus puntos de vista que era imposible hablar con ella al respecto. Recé mucho respecto a la situación, y Dios me otorgó la gracia para perdonarla. Me di cuenta que las opiniones de esta persona no eran lo más importante en mi vida. Esto era solo un pequeño conflicto en el camino hacia Cristo.
—K. M., Brunswick, OH

Recientemente, el más joven de mis hermanos dejó de hablarme por algo que una persona le dijo que hice. Le tomó alrededor de seis meses antes de hablarme o permitirme hablar con mi única sobrina. Cuando finalmente habló conmigo, me enteré lo que sucedía. Le expliqué que nunca dije nada de eso. Desperdició tiempo muy importante dado que esperó tanto tiempo para hablarme al respecto. No solo su hija sufrió, sino que también mis hijos sufrieron porque alguien estaba creando problemas. Le dije que lo perdonaba por el tiempo que perdimos. Alguien simplemente estaba causando problemas, y que nunca más hablaríamos al respecto. Si alguna vez existía una situación como esa, él debía acercarse a mí y hablar conmigo al respecto. Los amo a él y a su familia, y sin importar el problema, podríamos superarlo y perdonarnos mutuamente.
—W. M. F., Blackstone, MA

Mi cuñado tomó prestado mi carro mientras yo estaba en un viaje de negocios. Al regresar, descubrí que todavía no me regresaba el carro. Me enteré que lo había estado utilizando intermitentemente durante la semana que estuve fuera. Cuando le pedí que lo devolviera para poder ir al trabajo al día siguiente, me aseguró que lo haría. Después me llamó y me dijo que iría a una cena tarde y no podría devolver el auto hasta la mañana siguiente. Al día siguiente llegó tarde, lo cual causó que yo llegara tarde. Yo estaba furioso. Después, me vi a mí mismo en esa misma posición años antes, cuando tuve el auto de mis padres en una situación similar. Me di cuenta que me habían perdonado por esa experiencia, así que yo tenía que hacer lo mismo por mi familiar.
—B. M., Tarzana, CA

Mi padre nunca estuvo realmente presente para mí y mi hermano después que mis padres se divorciaran. Era negligente en el pago de la pensión alimenticia a mi madre y bebía mucho. Hubo ocasiones en que prometía pasar por nosotros y no se aparecía. Cuando sí lo hacía, bebía o consumía drogas con nosotros cerca lo que hacía que criticara a nuestra madre frente a nosotros. Nuestra madre nos dejó a nosotros decidir si queríamos verlo o no. Mi hermano lo desconocía como padre ocasionalmente. Yo solo me di cuenta que yo no tenía el control sobre el tipo de persona que era mi padre. Lo aceptaba como era. Creo que Dios nos presenta a cada uno con situaciones por una razón y que esta era una situación que yo tenía que enfrentar y de la cual aprender. Creo que soy un mejor padre para mi hijo porque aprendí de los errores que mi padre cometió.
—Anónimo

Mi madre padeció una condición mental toda mi vida. Yo resentía el hecho que nunca pudiera ser la madre que otros tenían. Finalmente, exploté contra ella y vacié todos los viejos resentimientos de mi pecho. Mi madre resultó muy herida, pero me perdonó y continúa intentando enmendar los viejos daños y dolores que existieron en nuestra relación por años.
—L. L. C., Olivet, MI

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años lo que me provocó trauma en mi vida. Yo culpaba a mi mamá todo el tiempo y me mudé con mi padre. Varios años después, mi mamá (tras encontrar a Cristo) lloró y pidió perdón por el divorcio. Yo la había perdonado mucho antes pero aún así, eso nos acercó.
—S. V., Bellingham, MA

Mi madre sufre de inestabilidad mental. Hace algunos años, les dijo a todos que padecía una seria enfermedad que amenazaba su vida. Después me enteré que le había mentido a todos al respecto para obtener atención. Debo decir que me tomó mucho tiempo perdonarla, pero pensé en la manera que Dios hubiera manejado la situación. Hablé con ella y le dije cuánto daño nos hizo a mí y al resto de la familia. No se disculpó, pero la perdoné y lo dejé ir.
—M. Q., Visalia, CA

Mi hermana y yo tuvimos una gran pelea por dinero hace varios años. No nos dirigimos la palabra por más de un año. Durante ese tiempo, ella tuvo un hijo y el mío casi cumplía un año. Ese año, en la Navidad decidí dejar lo pasado en el pasado para que nuestros hijos pudieran beneficiarse de tener tías cercanas en sus vidas.
—Anónimo

Mi cuñada había insultado a uno de mis hijos hace varios años. Yo le tuve rencor durante mucho tiempo. Hace poco se enteró que está enferma. Me di cuenta que yo tenía que seguir adelante y perdonarla. Aún no tenemos la mejor de las relaciones. Pero me siento tranquila a su alrededor, al saber que no guardo sentimientos negativos en su contra.
—Anónimo

El padre biológico de mi hijo me mintió y me dejó sola cuando estaba embarazada de mi hijo. Nunca odié a nadie tanto como lo odiaba a él. Siempre rezaba después del nacimiento de mi hijo. Le preguntaba a Dios por qué ese hombre había mentido. Me dejó sola para criar a mi hijo. Pensando que Dios no me contestaba, finalmente me di cuenta que sí me había contestado. Cada día, miro a mi hijo y me doy cuenta qué don tan grande tengo. El padre biológico de mi hijo es quién me lo dio. He encontrado el perdón en mi corazón. Él es quien me dio la mayor bendición de todas: mi hijo.
—Jackie M., Vancouver, WA

Al cumplir 30 años, alcancé una epifanía en mi vida, una que sé que otras personas no alcanzan hasta más adelante en su vida. Finalmente me había convertido en la persona quien me había esforzado por ser. Finalmente estaba feliz conmigo y con la persona en que me había convertido. En parte era por encontrar la manera de perdonar a mis padres por mi niñez. No había sufrido abuso físico de ninguna manera, pero sí abuso mental. Estoy seguro que han oído algo así como : “nunca serás tan buena como tu hermano”, así como otros juegos mentales (por ejemplo, yo quería una chamarra de mezclilla para la escuela un año, pero la recibía mi hermano). Yo no era la hija “favorita” y frecuentemente me sentía descuidada. Todo giraba alrededor de mi hermano pequeño. A los 30, finalmente encontré que era capaz de perdonarlos por la manera que fui criada. Fue como si un enorme peso se levantara de mis hombros. Contra todas las probabilidades (mis padres tampoco creían que yo llegara a ser gran cosa), llevé mi grado de preparatoria a una posición gerencial en Recursos Humanos. Estaba casada con un hombre maravilloso, tenía un gran hogar y una gran mascota. Dejó de importarme un comino lo que los demás pensaran y me convertí en mí misma.

También perdoné a mi hermano. Necesitaba perdonar a mis padres y hermano simplemente para darme paz a mí misma. No podía seguir adelante con mi vida y disfrutar los frutos de mi labor sin hacerlo. Me he sentido mucho mejor por ello. Me arrepiento por no hacerlo años atrás.
—M. K., Pittstown, PA

Mi padre estaba muy enfermo cuando yo tenía alrededor de 17 años. Yo era toda una niña de papá y adoraba a mi padre. Veníamos de una familia grande de siete hijos. Mi padre siempre usaba una medalla de San Antonio. Cuando se iba al hospital por última vez, me la dio. Dijo que yo debía portarla hasta que él la necesitara de nuevo. Sobra decir que significaba mucho para mí. En fin, aproximadamente un año después me robaron toda mi joyería de mi habitación. Lo hizo un miembro de la familia, y yo estaba muy, muy enojada. Sabía que las cosas materiales pueden reemplazarse, pero esa medalla era más que eso para mí: era una conexión con mi padre. Estaba enojada con todo mundo. Busqué la medalla por todas las casas de empeño por mucho tiempo. Nunca la encontré. Recuerdo el día que finalmente pude dejar ir mi ira. Estaba tan molesto que empezaba a sentirme mal. Conocía a la persona que había tomado la medalla. También sabía que esta persona tenía un problema con el alcohol. Recé para obtener la fuerza para perdonarlo. Fui capaz de perdonarlo. Me sentí mucho mejor y fui capaz de recordar a mi padre con un corazón clemente.
—M. D., Shirley, NY

Cuando llevaba a cabo los preparativos para mi boda, mi esposo le pidió a su hermana menor de 20 años, que fuera una de mis damas de honor. Yo no le caía bien porque ella pensaba que yo le estaba quitando a su hermano. Pasó mi boda. Cuando recibí las fotografías de mi boda, vi que ella tenía una expresión de enojo o de aburrimiento en todas las fotos en que aparecía. Me miraba con desagrado incluso en la fotografía de grupo. Lloré porque mis fotos se habían arruinado. Mi esposo me pidió que lo olvidara. Un día, varios meses después de mi boda, ella vino a mi casa y me pidió que la perdonara por arruinar mis fotos de boda. La miré y le di un gran abrazo y le dije que la había perdonado mucho antes.
—B. M., North Plainfield, NJ

Hace años, de recién casada, mi suegra era mala conmigo todo el tiempo. Intentaba hacer todo lo que podía para satisfacerla pero nada funcionaba. La situación se puso tan mal que me resultaba difícil estar a su alrededor. Con el paso de los años, se enfermó gravemente. Yo estaba presente todos los días ayudándole lo más que podía. Un día me pidió con lágrimas que la perdonara por todos los años que me trató cruelmente. Me dijo que era yo una maravillosa esposa para su hijo y una gran madre para sus nietos. Que yo era la mejor nuera que jamás pudo desear. A través de la gracia de Dios, fui capaz de perdonarla.
—L. D., Stratford, CT

Mi suegra siempre me ha tratado como a una extraña. Por ejemplo, le da obsequios de Navidad a mi esposo pero nunca a mí. Después de aproximadamente cinco años decidí no permitir que esto me carcomiera y simplemente aceptarlo. La perdono porque ella es quien está mal. Yo sólo debo ignorar sus carencias. Dios se hará cargo del resto. Así que siempre soy amable y acepto con una sonrisa lo que ella reparte. Sé que Dios está viéndome perdonarla por su conducta.
—C. R., Weatherford, TX

La ex esposa de mi esposo parecía ser siempre un mal dolor en mi costado. Siempre que ella estaba en la ciudad, yo odiaba estar cerca de ella o que mi esposo estuviera cerca de ella. No sé por qué, pero no puedo soportar a esta persona. Hacía todo lo posible por no estar cerca de ella o no saber de ella. Siempre ha sido grosera, y trataba de interponerse entre mi esposo y yo, o iniciar un rumor horrible. Finalmente, me di por vencida y la perdoné a mi manera, Ahora simplemente le sonrío y la saludo cuando la veo. No sólo me hace sentir mucho mejor no guardar rencor, le hace pensar que tramo algo porque soy tan feliz y amable alrededor de ella. La perdono a mi manera por ser tan vil, y me perdoné a mí misma por tardar tanto tiempo en deshacerme de esta carga.
—B. R. J., Marceline, MO