Si viéramos las cosas desde otra perspectiva

  

Un día, un maestro de la ley le preguntó a Jesús, “¿Quién es mi prójimo?”. Como respuesta, Jesús contó la parábola del Buen Samaritano —un relato que en sí mismo fue contrastante para sus escuchas—. Sucede que el “prójimo” de la persona herida fue una persona a la que consideraban herética algunos judíos piadosos de su tiempo.

La parábola nos enseña acerca de la solidaridad que debe existir entre todas las personas, una solidaridad que trascienda los límites familiares, grupos étnicos y religiones. Esta es una lección que también podemos aprender como padres de familia. Nos esforzamos mucho para ayudar a que nuestros hijos se sientan seguros en nuestra familia, al mismo tiempo que buscamos ayudarles a entender que las personas que están fuera de nuestro círculo familiar también son nuestros hermanos y hermanas. Esta forma de pensar no se adquiere rápidamente o sin esfuerzo alguno. El enseñar a nuestros hijos la empatía, esto es, ver las necesidades ajenas como propias, requiere de persistencia, paciencia y tiempo.

He aquí algunas ideas para cultivar la empatía en el hogar:

Sea creativo y haga uso de algunas de las pequeñas disputas que surgen entre sus hijos y amigos. Haga que sus hijos pretendan ser la parte ofendida, de tal forma que les ayude a ver la situación desde la perspectiva de los demás.

Dialoguen acerca de una situación que requiera compasión: un nuevo niño en el salón de clase; un vecino del barrio que es visto como un extraño; algún miembro de la familia que esté enfermo. ¿Cómo es ahora la vida para esa persona?

Reciten juntos la “Oración de San Francisco”: “Señor, hazme un instrumento de tu paz…”