Obra: Óscar Romero

  

PERSONAJES: niño, hombre, mujer, soldados salvadoreños, monja, técnico de radio (sosteniendo un micrófono y con audífonos), periodista, cardenal Corripio Ahumada (delegado personal del Papa Juan Pablo II)
(Los personajes se encuentran de pie a las afueras de una iglesia, esperando para entrar al funeral de Óscar Romero.)
Niño: Papá, ¿por qué están todas estas personas reunidas en la iglesia?
Hombre: Hijo mío, un gran hombre de Dios ha muerto, y estamos aquí para honrarlo. Su nombre fue padre Óscar Romero, arzobispo de San Salvador.
Monja: Pero muchos lo llamaban san Romero, porque trabajaba por nosotros, los cristianos pobres de El Salvador. Él fue la voz que nos habían arrebatado.
Niño: No entiendo. ¿Cómo era posible que hablara por nosotros? ¿Qué estaba sucediendo?
Periodista: La situación política de El Salvador estaba cambiando rápidamente y se incrementaba la violencia contra el pueblo que se oponía al gobierno. Muchos de los que tenían el poder querían que la Iglesia se callara y mirara para otro lado, pero también muchas personas en la Iglesia se oponían a lo que estaba sucediendo. Monjas, iglesias, escuelas, sacerdotes y hospitales fueron atacados, bombardeados y amenazados. Un sacerdote jesuita, buen amigo de Romero, fue asesinado y Romero se dio cuenta de que no podía quedarse callado.
Técnico de radio: Durante años, el pueblo de El Salvador invitó a Romero a sus hogares y le confiaban denuncias sobre abusos a los derechos humanos de personas en todo el país, pero especialmente contra los pobres. Los sermones radiales del padre Romero contaban la verdad, y eso era peligroso en un tiempo tan convulso. Él fue un rayo de luz en una época muy oscura.
(El grupo se aparta para dar entrada a dos jóvenes vestidos de soldados. El grupo se esconde de ellos.)
Soldado 1: He venido desde lejos para rendirle mis respetos. Romero fue la voz de quienes no tenían voz, un hombre que no tuvo miedo de hablar en contra de la injusticia.
Soldado 2: Hemos visto las cosas que un gobierno corrupto es capaz de hacer contra quienes se le oponen. Estamos con Romero, un hombre que lleva consigo el amor de Dios y lo comparte con el mundo.
(Los soldados se quitan la gorra y se arrodillan en oración.)
Monja: El gobierno esperaba que el padre Romero se mantuviera al margen de criticar los abusos y maltratos que ellos cometían contra los pobres y marginados cristianos, pero el padre Romero estaba inspirado por Dios para vivir una vida de santidad y bondad. Su fortaleza y valentía los sorprendió. Romero era un hombre de Dios y del pueblo. ¡Él es nuestro san Romero!
Periodista: Así es, y ha sido reconocido internacionalmente por sus esfuerzos. Él le habló al Papa Juan Pablo II sobre la persecución que sufrían los salvadoreños católicos y llamó a líderes mundiales a que no ignoraran esta situación y ayudaran a detener la violencia.
Niños: ¿Sabe Dios acerca de las buenas obras que hizo el padre Romero por el pueblo de El Salvador?
Mujer: Por supuesto, hijo mío. El padre Romero lideró una cruzada a favor de los pobres y los marginados, tal y como hizo Jesús. Personas de todo el mundo reconocen su amor desinteresado por los demás y su fortaleza para enfrentar al mal. Él nunca será olvidado.
Técnico de radio: ¡Miren esta multitud de personas! Debe haber más de 250,000 personas de todo el mundo aquí, que han venido a rendir tributo a tan gran hombre.
Periodista: Un activista social.
Mujer y hombre: Un mártir.
Monja: Un verdadero siervo de Dios.
(Algunos de los presentes inclinan su cabeza en señal de oración, otros alzan sus manos al cielo, otros más rezan la Señal de la Cruz. Todos en actitud solemne.)
Niño: ¡Miren! ¡El cardenal de Roma va a hablar!
(La multitud se calla, esperando escuchar las palabras del cardenal.)
Cardenal Corripio Ahumada: He venido desde Roma, para hablarles como delegado del Papa Juan Pablo II. Al llegar aquí, he podido ver el amor que sienten por el padre Romero, a quien siguen viendo como su pastor. Veo cómo su ministerio y muerte han unido a la Iglesia. En la unidad de católicos y no católicos, cuyos lamentos se elevan hoy al cielo, recordamos que nadie será capaz de silenciar su última homilía. Óscar Romero fue un pacificador, un hombre que compartía el amor de Dios. Su sangre hará que germinen la hermandad, el amor y la paz. Amén.
Todos: Amén.