Dé a sus hijos la oportunidad de dar a los demás

  

Preocupados por el deseo de ser buenos padres (tales padres se justifican diciendo que sus hijos nunca se preocupan por nada), algunos padres nunca ofrecen a sus hijos la oportunidad de hacer a un lado sus propias necesidades y dar algo a los demás. Esta es una gran pérdida para los hijos, dado que están desaprovechando una fuente de alegría, de crecimiento espiritual y de aumentar la autoestima. ¿Te has dado la oportunidad de gozar la alegría de compartir en tu propio hogar?

  • Hagan que el compartir sea una prioridad familiar. Expliquen a sus hijos que una parte de su presupuesto familiar será destinada a las obras de caridad en beneficio de los más necesitados. Inclúyanlos en la decisión respecto a los destinatarios de sus aportaciones.
  • Hagan que el dar a los demás “sea algo eficaz”. Asegúrense de que el ayudar a los demás sea una práctica cotidiana. Los estudios realizados manifiestan que los adultos más generosos tuvieron padres que les enseñaron el valor de la generosidad.
  • Compartan sus propias necesidades con sus hijos. Dependiendo de la edad de los niños, está muy bien que en alguna ocasión digan: “Hoy no me siento muy bien y les agradecería que hicieran tal o cual cosa”. Sean específicos en cuanto a lo que quieren y cómo esperan que sus hijos lo hagan.
  • Asegúrense de que haya un balance apropiado. Estén al pendiente de que su familia promueva un clima de generosa reciprocidad. Si los padres son los que siempre dan, esa costumbre puede convertirse en una forma de controlar a los demás. Cuando una persona solamente recibe, tal situación, lejos de ayudarle, le crea una dependencia dañina.
  • Todos podemos dar algo. A pesar de que los niños con necesidades especiales casi siempre reciben, asegúrense de que también ellos tengan la oportunidad de dar. Algunas veces su aporte está en la aceptación gozosa del cariño y cuidado que reciben de los demás.
  • Practiquen su fe en la providencia divina. La generosidad es una actitud ante la vida. Ésta presupone la fe en que Dios proveerá y la convicción de que así como se nos ha dado, también debemos dar a los demás.

El dar a los demás es una bendición. Asegúrense de que sus hijos reciban esta bendición.