¿Cuáles fueron los valores familiares de Jesús?

  

Sería difícil catalogar a Jesús como un miembro de una familia ‘convencional'”, escribió Robert Ellsberg en un artículo publicado en la revista Living Pulpit. Con comentarios como este: “He venido a poner al hijo contra el padre y a la hija contra la madre”, Jesús desafió las estructuras familiares de su tiempo. No es que Jesús haya sido una persona “antifamilia”; al contrario, nos llama a reestructurar nuestro concepto de familia más allá de nuestra familia inmediata. Desafía particularmente a aquellas personas para las que su situación familiar tiene primacía sobre las demandas radicales de Dios. Cuando esto pasa, la comodidad del círculo familiar se convierte en algo estático, y Dios pasa a segundo término; en consecuencia, se ignora a aquellas personas que no consideramos como parte de nuestra familia.

¿Cuáles son los valores que Jesús nos pide fomentar? Ellsberg sugiere tres, cada uno unido a un antivalor, que Jesús mismo nos exige evitar.

1. Inclusión en lugar de exclusión

A menudo las tentaciones de exclusividad nos motivan a malgastar bienes materiales en nuestros hijos, los miembros de nuestra familia extendida, y en nosotros mismos. Al hacer esto, ignoramos el grito clamoroso de las necesidades de otros niños y de nuestras propias comunidades.

La exclusión nos puede llevar a centrarnos en las necesidades de nuestros propios hijos de tal forma que crezcan sin conocer las necesidades ajenas. De igual manera, la exclusividad puede resultar en una defensa familiar que nos mantenga alejados de la gente distinta a nosotros en el aspecto étnico, estatus económico, o inclusive en popularidad. Los remedios para superar la exclusión son muchos. Haz un compromiso familiar para identificar y responder a las necesidades de otros miembros de tu comunidad. Forma a tus hijos en la compasión y la empatía, bases fundamentales de una moral verdadera. Amplía su mundo de relaciones y cultiva amistades que no sean un reflejo de ustedes mismos.

2. Humildad en lugar de fuerza

Las tentaciones orientadas hacia el poder incluyen la susceptibilidad al ambiente tan competitivo en que vivimos, y además, tal ambiente busca reafirmar la hombría de los varones. La necesidad de poder que experimentan muchas personas se manifiesta en un comportamiento controlador hacia la familia, en el desempeño del trabajo, o simplemente, al conducir un automóvil. La patriotería, racismo, nacionalismo, y todos los otros “ismos” que utilizamos siempre que aplastamos a otras personas, son signos claros de que necesitamos bajar la guardia. ¿Qué podemos hacer para solucionar éstos y otros “ismos”?

Sé consciente de que el poder es para servir, no para oprimir. Practica la renuncia al poder en cosas que te gusta controlar: el control remoto del televisor, la chequera, el asiento del chofer, el ritmo al que caminas cuando acompañas a otro miembro de la familia, la estación radial que te gusta escuchar, o el simple hecho de que todos callen mientras estás presente. Da prioridad a las necesidades familiares y de los compañeros de trabajo sobre las tuyas, y sírveles sin esperar recompensa o reconocimiento.

3. Discipulado y no señorío

Quizá éste es el comentario más radical que Jesús hizo acerca de la familia. Para Jesús el Reino de Dios es para quienes abren su corazón a Dios, no para quienes abofetean a los demás. En un mundo donde la familia y el nacimiento de alguna manera condicionan tu destino, Jesús nos llama a adoptar un criterio de vida radicalmente distinto, basado no sólo en quiénes son tus padres terrenales, sino en la toma de conciencia de que se es hijo o hija de Dios. La tentación contemporánea que experimentamos respecto al señorío es el pensar que nuestra identidad se deriva de nuestro trabajo, nuestro árbol genealógico, nuestro pueblo, nuestro equipo de fútbol favorito, nuestra ropa, nuestro buen gusto en el entretenimiento, u otras cosas fuera de nosotros mismos. El remedio es que medites en la verdad que asume tu identidad al aceptar la llamada que Jesús te hace a que vivas como él, compartiendo su misión de amar y servir a los demás.