Llamados por Dios

  

Los profetas entendieron que el pueblo de Israel había recibido el llamado de Dios. En Isaías podemos leer: “Yo, el Señor, te he llamado para la justicia” (42:6), y “Te he llamado por tu nombre, tú eres mío” (43:1). El libro de Oseas tiene un hermoso poema que inicia: “Cuando Israel era niño, lo amé, y desde Egipto llamé a mi hijo” (11:1). Por eso, cuando Jesús llamó a sus apóstoles, actuó según el contexto de la relación que Dios había establecido con su pueblo.

En su carta a los Romanos, san Pablo nos dice que somos “llamados por Jesucristo” (1:6). La Iglesia ha conservado esta tradición de considerarnos llamados por Dios. En nuestro Bautismo somos llamados a ser el Pueblo de Dios. Esto significa que se no llama a vivir una vida santa, y se nos llama a difundir la luz del Evangelio por todo el mundo.

Hay vocaciones especiales dentro de la Iglesia (el sacerdocio, la vida religiosa y entre otras), pero no podemos perder de vista el hecho de que todos nosotros tenemos una vocación como cristianos, y esa es la vocación mas importante de todas.

El llamado a la santidad

En el pasado muchos católicos asociaron la santidad a la vida religiosa consagrada. La gente del común era llamada los buena-vida, monjes y monjas eran llamados santos. El segundo concilio vaticano descarto esa forma de pensar. El capítulo quinto de la constitución de la iglesia fu titulado “El llamado a la Santidad”, y es claro que ese capitulo esta dirigido a todos los cristianos bautizados.

“Todos en la Iglesia, pertenezcan al clero o sean cuidados por este, están llamados a la santidad”. No hay doble moral cuando hablamos de nuestra vocación esencial como cristianos. Somos gente sagrada, y todos nosotros recibimos el llamado para vivir esa santidad en cualquier circunstancia que nos encontremos.

Los votos religiosos

Los votos de pobreza, castidad y obediencia se consideran formas de vivir de la vida cristiana, y ser testigos del Reino de Dios que está por venir. Quienes eligen vivir estos votos están profundamente vinculados a la santidad y a la misión de la Iglesia. Seguir estos votos es una profunda expresión de la vocación cristiana: "Es el don radical que los individuos hacen por amor a Cristo, Maestro y Esposo, y a los hermanos y hermanas redimidos en la Cruz por la Sangre del Salvador” (Papa Juan Pablo II).

Los benedictinos

Los monjes y monjas benedictinos radican en lugar particular, llamado monasterio, y se relacionan a la cultura y las necesidades de ese lugar en particular. La mayoría de ellos viven juntos en congregaciones siguiendo una disciplina común y ayudándose mutuamente a vivir vidas de oración, estudio y trabajo. Viven distintos tipos de vida monástica. Algunos llevan una vida de clausura con escasa participación en la iglesia y sociedad locales; otros participan en diversas actividades, como en la educación, el ministerio parroquial, la evangelización, la publicación y la atención sanitaria. Muchos monasterios benedictinos se cerraron durante la reforma protestante, y la mayoría de los monasterios que permanecieron se cerraron durante la época napoleónica. La orden experimentó un renacimiento en el siglo XIX, y hoy está creciendo en zonas como África oriental y Corea del Sur.

Los dominicos

La Orden de Predicadores, como santo Domingo llamó a la orden religiosa que fundó, tiene una historia gloriosa. Ha dado a la Iglesia algunos de sus más grandes santos y teólogos, como san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino y santa Catalina de Siena. Cuatro dominicos han sido papas, incluyendo al Papa san Pío V. Entre los dominicos que llevaron el Evangelio al Nuevo Mundo se encuentra Bartolomé de Las Casas, quien pasó gran parte de su vida luchando por los derechos de los pueblos indígenas de América. La primera santa canonizada del Nuevo Mundo fue una dominicana: santa Rosa de Lima. Hoy en día los dominicos se encuentran en más de 90 países, realizando de todo desde investigaciones académicas en las grandes universidades de Europa hasta administrando una granja ecológica en Benín, África.

Los franciscanos

La espiritualidad franciscana se centra en Jesús. Así como Jesús entra a la pobreza de la condición humana y se hace “pobre por nosotros en este mundo”, los franciscanos se entregan a una vida de pobreza y servicio. Los franciscanos tratan de mostrar la bondad de Dios a través del amor bondadoso y pacífico a todas las personas, especialmente a los pobres e indefensos.

Los jesuitas

Después de haber sido fundada por san Ignacio de Loyola hace más de cuatro siglos y medio, la Sociedad de Jesús (los jesuitas) es la orden religiosa más grande. Sacerdotes jesuitas, hermanos y escolásticos (hombres que están estudiando para ser sacerdotes) trabajan en seis continentes y en 112 países alrededor del mundo.

La labor misionera es importante en la historia de los jesuitas. Ignacio y sus seguidores se propusieron servir a los musulmanes en Tierra Santa, y san Francisco Javier fue al Lejano Oriente para llevar a las personas de allí la Buena Nueva sobre Jesús.

A mediados del siglo XVIII, más de una quinta parte de los sacerdotes jesuitas trabajaban en misiones, incluyend las misiones de América. Algunas de las misiones más famosas se encontraban en Brasil y Paraguay, donde los jesuitas establecieron pueblos para los indígenas cristianos. Estas aldeas no estaban regidas por el gobierno local, lo cual garantizaba que los indígenas no fueran esclavizados ni explotados. La misión más famosa en Norteamérica se estableció entre los hurones, con los que trabajó San Isaac Jogues.

Hoy en día, los jesuitas realizan todo tipo de trabajos: ministerio parroquial y de retiros, educación secundaria y universitaria, y ministerios individuales como abogados, médicos, psicólogos, consejeros, escritores, periodistas, teólogos, filósofos, investigadores y científicos. En Estados Unidos los jesuitas administran universidades prestigiosas como Georgetown, Fordham y las distintas universidades de Loyola. Publican la aclamada revista católica America. El Papa Francisco es el primer papa jesuita.

Los redentoristas

San Alfonso María de Ligorio fundó esta congregación de hombres en 1732, cuya misión es difundir la Palabra de Dios a los mas pobres y abandonados. Su trabajo comenzó en la región alrededor de Nápoles, al sur de Italia. La Congregación llegó primero a Austria y luego a otros países, y en 1832 cuando la Congregación cumplía 100 años de existencia, seis redentoristas (tres sacerdotes y tres hermanos) viajaron al continente americano. En la actualidad, hay más de 5,500 redentoristas trabajando por el bien de las personas en prácticamente cada parte del mundo. Más de 800 redentoristas trabajan en Estados Unidos y Canadá. Su nombre oficial es la “Congregación del Santísimo Redentor”, pero a sus miembros se les conoce más comúnmente por el nombre de “redentoristas”. Los redentoristas sirven como sacerdotes o hermanos, y cuentan con un segmento laico dentro de la orden. Los misioneros laicos son miembros que profesan el voto religioso. Los misioneros laicos son miembros de los equipos redentoristas o parroquiales. Los redentoristas promueven la vocación religiosa y apoyan a los seminaristas.

El llamado vocacional

San Juan Pablo II escribió sobre el llamado universal a la santidad en su Exhortación Apostólica de 1988: Sobre vocación y misión de los laicos en la iglesia y en el mundo: “Todos en la Iglesia, precisamente por ser miembros de ella, reciben y, por tanto, comparten la común vocación a la santidad”. Los fieles laicos están llamados, a pleno título, a esta común vocación, sin ninguna diferencia respecto de los demás miembros de la Iglesia. [..] La vocación a la santidad hunde sus raíces en el Bautismo y se pone de nuevo ante nuestros ojos en los demás sacramentos, principalmente en la Eucaristía. Revestidos de Jesucristo y saciados por su Espíritu, los cristianos son “santos”, y por eso quedan capacitados y comprometidos a manifestar la santidad de su ser en la santidad de todo su obrar”.

Los fragmentos de documentos conciliares, postconciliares y papales del Vaticano proceden de las traducciones oficiales, Librería Editrice Vaticana, 00120 Citta del Vaticano.