Oración imaginativa: Pentecostés

by Vinita Hampton Wright
  

Esta oración imaginativa se basa en Hechos de los Apóstoles 2:1–11, el relato de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

Después de que Jesús ascendió al cielo para estar junto al Padre, todos los lo seguíamos decidimos permanecer juntos. Él nos había dicho que esperáramos al Espíritu Santo. No estábamos seguros de lo que eso significaba. ¿Cómo sería eso? ¿Cómo se sentiría? El Espíritu Santo visitó a los profetas de maneras inusuales: mediante visiones, a través de proclamaciones contundentes, incluso con grandes milagros.

Cuando acompañamos a Jesús fuimos testigos de sus milagros. A menudo, contábamos historias de cuando él sanó a tal persona o cuando expulsó un demonio de aquella otra persona. Volvimos a contar la historia de Jesús alimentado a miles de personas con solo unos cuantos panes y pescados.

Sin lugar a duda, el mayor milagro fue su Resurrección. Eso fue algo más que un milagro; cambió el mundo para siempre. Nos transformó por completo, hasta lo más profundo de nuestros huesos.

¿Cuál es mi recuerdo más preciado de viajar con Jesús? ¿Fueron sus historias? ¡Él tenía una historia para cada situación! ¿Fue su forma de tratar a las personas con misericordia, sin importar quiénes fueran o lo que habían hecho?

Todo lo que podíamos hacer era contar historias de lo que ya había ocurrido; eso y rezar. Rezamos como Jesús nos había enseñado. Y nos pusimos a esperar.

¿Qué es lo que estamos esperando? ¿Cómo íbamos a saber que aquel Defensor había llegado? ¿Lo sabremos con certeza? O ¿será otro acertijo o parábola de Jesús?

La fiesta de Pentecostés llegó, y nosotros permanecimos juntos como un rebaño esperando a su pastor. Celebramos las oraciones y los rituales de Pentecostés, cumpliendo con devoción las tradiciones judías como de costumbre. Pero algo faltaba, algo que incluso nosotros no sabíamos cómo describir.

¿Qué necesita una comunidad cuando ha comprendido una nueva y revolucionaria verdad? ¿Necesitamos una mejor comprensión? ¿Necesitamos un plan de acción? Más allá de eso, ¿necesitamos la valentía para seguir creyendo y profesando lo que sabemos?

En la fiesta de Pentecostés, mientras rezábamos juntos, el cuarto se llenó de un viento huracanado, como si viniera del mar o del desierto; de una caverna o de una montaña. Era un viento plácido y refrescante, permeado de una fragancia innombrable y que crujía como el fuego. A través de las dos ventanas pequeñas, el aparente clima sereno de afuera no podía explicar esta corriente de aire rugiente, invisible y eléctrica que estábamos experimentando.

¿Qué estaba pasando? ¿Seríamos arrebatados por este torbellino, como al profeta Elías? ¿Iríamos a encontrarnos con nuestro Señor, dondequiera que esté?

Rezamos con más fuerza y urgencia. Ciertamente Dios nos protegería de lo que estaba pasando. En algún momento, todos juntos comenzamos a rezar la oración que Jesús nos había enseñado: “Padre nuestro…”.

Y luego nuestra oración colectiva estalló en cientos de oraciones a la vez. Nuestras palabras comenzaron al unísono, pero ahora las sílabas sonaban ajenas, pero aún colmadas de fervor. Al cabo de unos instantes, nos dimos cuenta de que no estábamos pronunciando las mismas palabras. De hecho, ni siquiera estábamos hablando el mismo idioma.

¿Qué sucedía en mi boca? Pienso algo, y mi lengua y mis labios piensan por sí solos y se expresan en palabras que no entiendo, pero que sé que son verdaderas.

Cada uno de nosotros rezaba con voz emocionada, en un idioma distinto. Proclamábamos esta buena nueva del Cristo resucitado con una elocuencia que no nos habríamos imaginado momentos antes. Nuestras mentes eran incapaces de traducir, pero nuestro corazón sabía exactamente lo que queríamos decir.

¿Quién llama a la puerta? ¡Oh! La han abierto de un empujón y hay una muchedumbre allá fuera. ¿Quiénes son y qué quieren? A juzgar por sus ropas, parecen extranjeros.

Interrumpimos nuestra oración para poder escuchar a las personas que estaban afuera, y que ahora se encontraban frente a la entrada de la casa. “¿Cómo es que ustedes, galileos, hablan en todos nuestros idiomas de las maravillas de Dios? Nosotros provenimos de una docena de países y hablamos idiomas diferentes, y sin embargo nos hablan con claridad. ¿Qué está pasando aquí?”.

Entonces, Pedro se subió a una mesa y comenzó a contar la historia.


Imagen: Jean II Restout, “Pentecostés,” 1732

Vinita Hampton Wright

Vinita Hampton Wright

Vinita Hampton Wright is a veteran editor and writer of books and articles on Ignatian spirituality. She leads workshops and retreats on writing, creative process, and prayer.

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