Nuestra Señora de Guadalupe

  

Primera aparición de la Santísima Virgen y su petición

A los 53 años de edad Juan Diego tuvo la aparición milagrosa que daría inicio a la devoción a la Virgen de Guadalupe en México. La historia fue así: Juan Diego vivía con su tío Juan Bernardino en Tulpetac, lugar donde no había iglesias por lo cual tenían que ir a misa hasta la Santa Cruz de Tlatelolco.

El sábado 9 de diciembre de 1531 Juan Diego se encaminaba hacia ahí y al pasar por el cerro del Tepeyac oyó un canto que no era de esta tierra. Se detuvo a gozar de él y cuando miró arriba vio un sol resplandeciente y en medio a una señora en actitud de oración, él fue a saludarla y ella le dijo que era su deseo que le construyese un templo en ese llano y le encomendó también que le comunicara ese deseo al señor obispo.

El obispo Zumárraga no toma en cuenta la petición de Juan Diego

El obsipo, Juan de Zumárraga, no lo tomó en serio y le pidió que volviese otra vez al lugar a ver si sus ojos no lo habían traicionado. Regresó desconsolado Juan Diego y la Santísima Virgen se le apareció otra vez para decirle que volviera el domingo a ver al señor obispo. Así lo hizo Juan Diego, pero el obispo le pidió una señal comprobatoria de la voluntad de la Virgen. La señora se le apareció de nuevo y le pidió que volviera al día siguiente.

El lunes, día de la cita, se enfermó de cuidado el tío Juan Bernardino y hasta el martes pudo salir Juan Diego que se dirigió la ciudad a buscar a un sacerdote, eludiendo el encuentro con la Virgen, para que le administrara los últimos sacramentos. Iba por ahí, ese día 12 de diciembre, cuando al pasar de nuevo por el Tepeyac se le volvió a aparecer la Virgen y le preguntó qué le pasaba. Él le contó lo de la enfermedad de su tío y ella le dijo que no se preocupara porque su tío ya estaba sano, después le pidió que subiera al cerro a recoger unas flores.

El milagro de las rosas y de la imagen

Fue Juan Diego y en efecto encontró muy bellas rosas de las que no era temporada y que nunca se habían dado allí. Ya con ellas en su ayate, la Santísima Virgen dijo que las llevara donde el señor obispo pero que no desplegase su ayate ni lo mostrara a nadie más. Así lo hizo Juan Diego.

Después de conseguir entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga, el obispo, que ahí le llevaba la prueba que le había pedido. En ese momento soltó su ayate y apareció en él pintada como por los ángeles, la imagen de la Virgen de Guadalupe.

(Tomado de: http://www.fluvium.org/textos/lectura/lectura17.htm del sacerdote Luis de Moya).